Entrada del danzón en México

Veracruz y Yucatán son puertos de entrada de nuestro danzón a México, según otras versiones que no son del todo desechables, y tiene soporte por la cercanía a las costas cubanas y el intercambio que se realizaba entre esos estados y nuestro país. Músicos cubanos que tenían orquesta propia o formaban parte de otras, visitaron esos territorios y la capital, se conoce positivamente que uno de ellos fue el respetado compositor e instrumentista José Urfé, quien también llevó sus danzones a México a inicios del siglo XX. El danzón, pues, pasando por el Estrecho de Yucatán, conquistó a la blanca Mérida y su estado y penetró después en Veracruz donde sentó sus reales. Esta es otra versión o manera de explicar la entrada de nuestro género por Yucatán y Veracruz.

Desde los primeros años del siglo XX surgieron y proliferaron en el entonces Distrito Federal (D.F.) salones de baile que sirvieron para bailar valses, tangos, blues y danzones. En 1905 surgió el primer salón verdaderamente danzonero, en el barrio de Indios Verdes, con el nombre de La Quinta Corona; meses más tarde surgió El Mercado de las Flores, al que visitaban casi exclusivamente las personas más humildes, pues los de la clase media eran criticados si allí iban a bailar. El salón tenía el nombre de Mercado Mignón.

Desarrollo de los salones de baile

El salón de La Quinta Real, situado en la Calzada de Guadalupe, era visitado por boxeadores además de un público variado; no boxeadores profesionales precisamente, sino púgiles de ocasión que eran bailadores de los barrios de Guerrero y Peralvillo, muy dispuestos a pelear, lo que duró muchos años. En la Plaza de Santos Degollado fue fundado otro salón, y allí surgieron los primeros concursos de baile que, con el tiempo, en los principales salones, constituían el mejor y más popular evento. En 1908 surgió otro salón, la academia Metropolitana, donde surgieron mediante concursos los primeros campeones. Ese año se abrió en Indios Verdes el salón La quinta de los Sabinos y al siguiente año el Lecumberri, el Cervantes, el Bucareli Hall y el Olimpia —llamado después Progreso— en los altos del teatro Díaz León. En 1910 el Alhambra, más tarde el Tivolito, luego el Azteca y así hasta alcanzar una buena cantidad de salones que muchos bailadores tenían como

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