- Manuel, Arturo y la pandilla se hacen a la mar y conviviendo entre ellos logran una buena pesca, atrapan un marlín un dorado y varios barriletes
Raúl Laguna
PUERTO ESCONDIDO
“Ya picó, ya picó… la línea de la derecha”, exclamó con mano en el maneral del motor, Manuel Escamilla, capitán de la embarcación Monserrat a sus cuatro tripulantes a bordo; era un marlin de aproximadamente 40 kilos lo que había jalado la línea, por lo que el también motorista aceleró un poco más para enganchar el ejemplar de captura.
Minutos antes de las 7:00 de la mañana, un domingo fresco que pretendía en tener buen clima y ser de esos días soleados, Manuel Escamilla y sus compañeros de pesca se hicieron a la mar; subieron sus implementos de pesca a la lancha, una inmensa de unos siete metros de largo, bautizada con el nombre de “Monserrat” y comenzaron a “trolear”.
Con el ímpetu de tener buena pesca, sus cuatro compañeros y dos invitados más, zarparon la embarcación con cinco líneas de pesca, varios anzuelos de diferentes tamaños, además de señuelos con tamaños y colores distintos.
Entre ambiente y anécdotas, preparan las líneas
Manuel Escamilla, acompañado de Arturo, Rodolfo, Carlos y Jesús, con su transporte acuático impulsada por un motor fuera de borda, entre bromas y anécdotas, preparaban las cinco líneas de pesca a las que les acomodaban anzuelos y señuelos para echarlas al mar.
Mientras Rodolfo, un señor de experiencia, ambientaba la pesca, con una bocina y su teléfono celular puso música; Carlos y Jesús expertos en preparar la carnada, agarraron agujas tipo capoteras e hilo de seda para coser el bocado, un pescado que anteriormente habían capturado, con el anzuelo; los bocados eran para cada una de las líneas y tenderlas para la captura de los mejores ejemplares.
Apenas avanzaron alrededor de una milla, “troleando” frente a la playa principal de Puerto Escondido, una de las líneas de pesca “zumbó”, comenzó a tensarse, el capitán, Manuel Escamilla, al escuchar el fuerte ruido, aceleró su motor y alertó a sus compañeros; “ya picó, ya picó, … la línea de la derecha”.
“Hay pesca, hay pesca”, la pelea entre dos grandes
Mientras recordaban anécdotas entre ellos, Arturo Cruz, abogado de profesión y amante de la pesca, quien se encontraba a un lado de la línea, agarró del mango la caña de pescar y comenzó la pelea contra el ejemplar, un marlin de aproximadamente 40 kilogramos.
La lucha entre el pescador, Arturo contra el marlin, dilató por varios minutos, “ya me cansó”, decía: sus compañeros lo alimentaban, “dale, dale, que la pesca es tuya”, sostenían mientras jalaban las demás líneas para que no enredara a la de la acción.
Con la cuerda tensa, Arturo enrollaba el carrete, se balanceaba de arriba hacia abajo y la lucha entre el hombre y el pez seguía; el marlin brincaba de entre el agua, dejando verse durante el salto, aunque quisiera agarran más fuerza para zafarse del anzuelo, el pez estaba siendo vencido, era Arturo el que cada vez hacía llegar su pesca hacia la embarcación.
Una vez más cerca de la lancha, los compañeros de Arturo, dirigidos por el capitán, se preparaban para subir al ejemplar en la embarcación, lo que fue logrado, Carlos, con guantes en manos, “tengo al líder”, dijo y posteriormente agarró del maxilar superior, con resistencia del pez, lo lograron subir.
Mientras el marlin aleteaba entre la embarcación, todos en la lancha celebraban, “uuuuuuuuh, pesca, pesca”, arengaban y se chocaban las manos, se felicitaban, Arturo se persignaba, pues era la primera captura que lograban.
La botana en el mar
La pesca continuaba, Manuel Escamilla dirigía la embarcación de un lugar a otro, mar adentro, como entre siete u ocho millas dentro, de repente, una línea más vuelve a sonar, la pesca continuaba, la lucha fue menor, se había enganchado un barrilere.
Entre plática, música y risas, Carlos afiló su cuchillo, apoyado por Jesús, quien, dando cátedra en afilar arma blanca, le sacaron brillo a la hoja, lo que sirvió para que comenzara Carlos a ralear el pescado recién capturado.
Carlos apartó los filetes para prepararlos en tiritas; ellos iban preparados con cebolla y limones para armar la botana, que en cuanto estuvo, todos los tripulantes se dieron una buena comilona, degustando del pescado fresco, rico en Omega 3.
Cayó el dorado
El tiempo se pasaba entre plática y plática, a las 11:49 de la mañana, fue interrumpida por la visita de un pez dorado, que jaló la cuerda como si se tocara una puerta como retando una nueva pelea contra el pescador.
De nueva cuenta, Arturo se lanzó a la línea, agarró fuertemente el mango de la caña y tiro del reel para comenzar la batalla, entre la pelea, del agua se dejó ver un hermoso ejemplar de pez Dorado; que después de unos 10 minutos, los pescadores, ya lo estaban subiendo a la lancha.
Para realizar el registro del pez Dorado, el capitán ordenó tomaran las medidas; 104 centímetros de largo, un contorno de cabeza de 46 centímetros y llegó a pesar 7.200 kilogramos.
La troleada en búsqueda de más captura
Los pescadores siguieron “troleando” entre el mar, de arriba abajo, entraron entre cardúmenes de delfines, “acá hay animal, acá vamos a encontrar”, decía el capitán Escamilla y a cómo iban avanzando, cayó un barrilete más y otro y uno más.
Eran las dos de la tarde y el capitán marca la salida, “vamos a tierra y buscamos quien filetee los peces”, ordenó e inició marcha con el motor, mientras sus compañeros iniciaron a levantar las líneas de pesca.
La fileteada y la pesca del día
Al llegar a tierra, en la Bahía Principal de Puerto Escondido, frente a la Capitanía de Puerto, se dirigieron con Lety, una experimentada pescadera, ella con una hoja larga y afilada ya estaba sacando filete de otro marlin que le encargaron.
Lety fue la encargada de meterle cuchillo a los dos peces capturados, el marlin y el dorado; la carne fue dividida entre los participantes, quienes comentaron la forma en que sería preparada para sus familiares.
Uno de ellos, Jesús, fue el afortunado en llevarse la cabeza del marlin, quien les aseguró que se lo prepararía en un buen caldo; mientras tanto, el capitán, logró apartar la panza y buche, “lo mejor para una fritanga o un ceviche”, aseguró
La pesca fue dividida en cinco partes, contento cada pescador agarró lo suyo y partieron a casa, orgullosos de la pesca del día y de la convivencia entre amigos.